MIS LIBROS FAVORITOS

"...Tú estabas, abuela, sentada en la puerta de tu casa, abierta ante la noche estrellada e inmensa, ante el cielo del que nada sabías y por donde nunca viajarías, ante el silencio de los campos y de los árboles encantados, y dijiste, con la serenidad de tus noventa años y el fuego de una adolescencia nunca perdida: “El mundo es tan bonito y yo tengo tanta pena de morir”. Así mismo. Yo estaba allí..."
(“Las pequeñas memorias” de José Saramago)


"... La amistad es una ley humana muy severa. En la antigüedad, era la ley más importante, y en ella se basaba todo el sistema jurídico de las grandes civilizaciones. Más allá de las pasiones, de los egoísmos, esta ley, la ley de la amistad, prevalecía en el corazón de los hombres. Era más poderosa que la pasión que une a hombres y mujeres con fuerza desesperada; la amistad no podía conducir al desengaño, porque en la amistad no se desea nada del otro; se puede matar a un amigo, pero la amistad nacida entre dos personas en la infancia no la puede matar ni siquiera la muerte,..."
(“El último encuentro” de Sándor Márai)
            


        "... Fue un momento mágico, captado por mi retina de adolescente y archivado para siempre jamás en mi memoria: una diosa que regresaba de un viaje misterioso y que alimentaría a partir de entonces todas mis fantasías y las aventuras de mi mundo. Mi enamoramiento fue instantáneo, profundo y absolutamente carnal. ¿Y qué había de más natural que un chico de trece años se prendara perdidamente de una belleza de treinta y dos?..."  
(“El desencuentro” de Fernando Schwartz, Premio Planeta 1996)


    


   "...- Soy tu abuelo -le dice-, y tú y yo estamos solos, somos los dos únicos, los dos últimos. Pero estoy aquí, no tengas miedo, no va a pasarte nada... Soy  viejo,  pero tendré fuerzas mientras haga falta, mientras seas un pequeño mango verde que necesita al viejo árbol.

    El anciano mira los ojos de Sang Diu. Son los ojos de su hijo, los ojos de la mujer de su hijo, y los ojos de la madre de su hijo, su adorada esposa, cuyo rostro está siempre presente en él, como un retrato primorosamente trazado y pintado con colores maravillosos..."
(" La nieta del señor Linh" de Philippe Claudel)






"...Mi abuela tenía el pelo blanco, en una ola encrespada sobre la frente, que le daba cierto aire colérico. Llevaba casi siempre un bastoncillo de bambú con puño de oro, que no le hacía ninguna falta, porque era firme como un caballo. Repasando antiguas fotografías creo descubrir en aquella cara espesa, maciza y blanca, en aquellos ojos grises bordeados por un círculo ahumado, un resplandor de Borja y aún de mí. Supongo que Borja heredó su gallardía, su falta absoluta de piedad. Yo, tal vez, esta gran tristeza..."
("Primera memoria" de Ana María Matute)




       "...Sostiene Pereira que desde hacía tiempo había cogido la costumbre de hablar con el retrato de su esposa. Le contaba lo que había hecho durante el día, le confiaba sus pensamientos, le pedía consejos. No sé en qué mundo vivo, dijo Pereira al retrato, me lo ha dicho incluso el padre Antonio, el problema es que no hago otra cosa que pensar en la muerte, me parece que todo el mundo está muerto o a punto de morirse. Y después Pereira pensó en el hijo que no habían tenido. Él si lo hubiera querido...
("Sostiene Pereira" de Antonio Tabucchi)



"...Con la cabeza alta, sonriente, quiso darle la paz pero su tío se dirigió al familiar que conducía la borriquilla sin reparar en él, le apartó de la procesión y colocó en su lugar a una mujer de cierta edad, con gracioso tocadillo alemán en la cabeza, sencilla y fina de cuerpo, de agraciado rostro. La mujer se aproximó a Salcedo con los ojos llenos de lágrimas y le acarició la barbada mejilla con ternura:
     - Niño mío - dijo -. ¿Qué han hecho contigo?
     Cipriano alzó la cabeza, buscó el eje visual y, a pesar del tiempo transcurrido, la reconoció enseguida. No pudo hablar pero trató de cogerle la mano, de mostrarle de alguna manera su cariño..."
("El hereje" de Miguel Delibes, Premio Nacional de Literatura, 1998)



     "...yo no estoy completo de la mente, me dije ya con franca preocupación, porque sólo de esa manera podía explicarse el hecho de que un ateo vicioso como yo estuviese iniciando un trabajo para la pérfida Iglesia católica, sólo así podía explicarse que a mi repugnacia vital hacia la Iglesia católica y hacia todas las demás Iglesias, por pequeñas que fueran, yo me encontrara ahora precisamente en la sede del Arzobispado frente a mil cien cuartillas a renglón seguido que contenían los espeluznantes relatos de cómo los militares habían exterminado decenas de poblados con sus habitantes..."
("Insensatez", de Horacio Castellanos Moya)




"...- Han prometido que todo se dará grátis. Cada uno escogerá tanto como quiera. Todo -mira al rincón- estará organizado de otro modo. Yo -susurra- creo que lo enseñan por la tele como por   adelantado. Aunque aún usen el dinero, ya se ve que la gente es distinta. Miro y no paro de admirarlos; son diferentes, no se parecen a nosotros. Son buenos, alegres. Van contentos a sus fábricas y todo les sale bien. Y en casa la vida es humana.
    - ¿Dices que todos son buenos? -Gliceria vuelve la cabeza hacia el televisor-. ¿Dónde entonces estarán los malos?
      - No los habrá, no habrá ninguno...." 
("El tiempo sin ventanas", de Elena Chizhova, Booker Prize ruso, 2009)

No hay comentarios:

Publicar un comentario