Cuando comenté a mis
vecinas que me iba a Estambul, se miraron unas a otras conteniendo las risas. Yo
no entendía por qué mi viaje provocaba esa reacción. “¿Vas a buscar al turco?”,
me preguntó una de ellas entre carcajadas. Y entonces comprendí la causa de tanta alegría repentina. Se
referían al personaje de Antonio Gala, ese guapo morenazo que despertaba en Ana
Belén todos sus deseos ocultos, ahogados por un marido bueno y bastante
aburrido. ¿Cómo no identificarse con ella? Si aquella mujer sufría además humillaciones,
estas sólo representaban el justo castigo por no parecerse al común de las
mortales, vecinas incluidas. Así que, animada también por la broma, las
contesté que esperaba encontrarle y que a lo mejor no regresaba.
miércoles, 15 de febrero de 2012
viernes, 3 de febrero de 2012
DOÑA AMARGA
Doña Amarga subió pausada y fatigosamente.
Su mirada helada recorrió todos los rincones del autobús hasta clavar sus ojos en
el grupo de las niñas del colegio de monjas que exclamaban entre risas
nerviosas: “¡Ya está aquí la vieja!”.
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