viernes, 25 de mayo de 2012

EL MOLINILLO DE CAFÉ

La hermana de Daniel me había dado las llaves del piso, aunque no estaba todavía vacío. Al entrar todos los recuerdos surgieron de repente. Le vi andando por aquel pasillo mostrándome las huellas de las humedades que el tejado había dejado en el techo. Oí sus acostumbradas frases corteses propias del hombre educado que él siempre intentaba mostrar y tan alejadas de ese otro que regresaba de madrugada, totalmente borracho, después de haber pasado varias horas en bares de maricas. Porque Daniel no tuvo suerte: había nacido en una familia muy tradicional y en un momento en el que la hombría estaba por encima de todo.